Historia de Cifar y de Camilo, de Edgardo Rivera Martínez: La revelación del alma infantil.
En Historia de Cifar y de Camilo, Edgardo Rivera Martínez explora un singular tópico literario infantil: el cariño de los niños hacia los animales. Camilo, al regresar de la escuela, conoce a Cifar, un gato persa que vive en una mansión barranquina. Si bien la compañía del gato despierta su espíritu lúdico, Camilo siempre muestra preocupación por los problemas económicos de su familia. Motivado por el deseo de aportar al hogar, jugar con Cifar se convierte en un trabajo satisfactorio, pero que, debido a la indiferencia de Ivonne, la dueña del minino, descubre la malicia de las personas. Pese a esta agria experiencia, conserva la imagen de Cifar, pues señala que en sus sueños “… otra vez volvía a estar con mi amigo, y los dos íbamos hacia un mar cada vez más inmenso” (p. 44). Apreciamos, entonces, que el autor, a través de las vivencias del Camilo, nos comparte la dimensión humanizadora del alma infantil: el sentir poético y la imaginación consciente.
Existe algo que los niños ponen en práctica de manera espontánea: mostrar su corazón de poeta. A partir del ingreso a la subjetividad de Camilo, Edgardo Rivera Martínez plasma su conocimiento de la interioridad infantil. En esta historia se observa cómo el alma inocente de Camilo, afín a la de todo niño, posibilita la humanización del animal. Presenciemos cómo el protagonista cree vivir las mismas experiencias que el entrañable amigo: “Cifar se sentó a contemplar conmigo el crepúsculo. Se habría dicho que era tan sensible como yo a la magia del paisaje” (p. 29). Camilo, con sincero candor, asume que él y Cifar tienen similar afectividad hacia la naturaleza. En efecto, Camilo se siente amigo de Cifar debido a que ambos aprecian el mundo con la misma intensidad.
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